The Vulture's Nest: In Utero

jueves, noviembre 10, 2005

In Utero


Las luces de los flashes; zap, zap, zap. Quedo ciego por un instante, mi mandíbula ya está dislocada y mis puños recorren el camino que están acostumbrados a hacer; una y otra y otra vez. Hay sangre en el ring y el árbitro empieza la cuenta.

Todo es una farsa, ese es mi mundo, la lucha libre de bajo presupuesto.

Noche tras noche peleo en puebluchos mediocres, que se vuelven a repetir. Una película que ya he memorizado como muchas otras cosas de este, si se puede llamar tal, negocio.

Noche tras noche, al igual que mis peleas, me esperan mis estigmas. Alcohol, drogas, mujeres, sexo y más sexo. Ah, que vicio mejor que el sexo. A pesar de esto me estoy muriendo, lo sé. Mi esposa y mis hijos no tienen la culpa de esto.

Noche tras noche desde el comienzo la fama me acechaba, ganaba las peleas, así como dinero. Las mujeres iban a mi camarín y bam, nació la infidelidad dentro de mi vida. Primero fue una mujer por noche, luego dos, tres, cuatro, cinco, después fueron tríos, cuartetos, después fue sadomasoquismo, hasta con juguetes, hasta que después no pude hacerle el amor a mi esposa. Siempre lloro cuando desempolvo aquellas torturas que descansan en mi memoria. Me he convertido en un infrahumano, pero ya no sé que hacer. Ya no le doy mucha importancia.

El “Oso Grizzly”se vuelve a parar y salta como uno verdadero hacía mí, las llaves y los suplex se suceden por unos segundos en el ring hasta que caigo semi-inconsciente a la lona. Abro mis ojos y veo tres árbitros. Mi cara esboza una sonrisa en ese instante debido a la idiotez mental momentánea producida por el trauma. Nunca fui de segundos lugares.

Ahora que veo claramente y con serenidad hacia el pasado, y veo lo que mi vida me hizo, lo que yo me hice y me arrepiento como todos. Destruí a mi familia, perdí mi dinero, mi fama y qué, ahora qué, ahora sólo soy un regordete ex luchador, con una que otra fan por ahí. Me quebré la mayoría de los huesos de mi cuerpo y algunos todavía están trizados. El dolor a veces es insoportable. He tenido la pistola en la boca, en la sien, y en la garganta muchas veces, pero soy un cobarde. Un día logré apretar el gatillo, pero la pistola se atascó, ¡ja!.

El sida me esta matando también, y todavía no puedo dejar la nieve. Que maravillosa es la nieve, a pesar de que la quiero tanto también me está matando.

Le pego en el rostro una y otra vez, le pego hasta que siento que mis nudillos se rompen, al igual que todos los putos huesos de su cara. Mi locura y actitud psicópata me llevan a agarrar un palo con alambre de púas y a seguir golpeándolo en la cabeza y en el estómago, hasta que después de unos minutos tuvieron que venir a sacarme entre 6 o 7 porque ya tenía regadas todas las tripas del tipo por el ring. Esa fue mi primera visita a la cárcel.

He decidido morir, ya no tiene necesidad seguir con este viaje. Mi enfermedad me ha hecho pensar, y mucho, sobre el tema. Hace años que lo vengo haciendo, pero creo que nunca había estado tan cerca como hoy. Fui a comprar mucha nieve para acabar este día, y con estos dolores que me torturan. La pongo sobre la mesa por última vez y mi mano temblorosa se acerca al hermosísimo montículo blanco. Algunos dicen que se siente mejor en la antesala a consumir ya que se anticipa esa cascada y emanación de sensaciones y difusión de los sentidos, lo que es yo, prefiero cuando ya estoy “puesto”, me siento vivo, me siento de 20 de nuevo.

Mi nariz destruida se acerca al objeto tubular negro que alarga mi espera. Poco a poco siento el polvillo deslizarse dentro de mis fosas nasales y en un parpadeo ya estoy en mi mundo. Sigo y sigo aspirando, cada vez es mejor la sensación, oh, es casi mejor que el sexo, aunque el sexo “tocado” jamás podrá ser superado. Aspiro y aspiro como enfermo mental, y sigo aspirando, ya sé que estoy muerto, ya no hay vuelta. Aspiro y aspiro, hasta que caigo de espaldas sobre la cama. Me ensordece el palpitar agitadísimo de mi corazón, cierro los ojos y espero que sea pronto, ver todo oscuro me tranquiliza. El palpitar también, me siento como un feto, como un feto cobijado dentro del útero materno, alimentado y protegido, sabiendo que cuando nazca será muy querido. Me siento feliz, aunque nunca esperé sentirme así, algunos recuerdos pasan fugazmente por mi mente pero son dejados en segundo plano rápidamente por las sensaciones tan potentes que siento. Soy un feto.

Un silencio lo abarca todo, ya no escucho mi corazón, ya no puedo abrir los ojos, oigo un pitido ensordecedor, como de esos cuando te estalla algo cerca del oído, que se alarga por unos minutos, luego viene el silencio nuevamente y el palpitar de mi corazón, la locomotora está más rápida que antes, si, soy un feto, estoy feliz, me siento querido, protegido, alimentado, sé que estoy muerto. De súbito siento frío, abro los ojos y es todo un mundo nuevo.