The Vulture's Nest: AK-47

lunes, enero 30, 2006

AK-47


Desarmaba, limpiaba y cargaba su AK-47 con extremo cuidado y delicadeza. La usaría pronto; mataría gente, destruiría máquinas, tal vez robots. La gente que lo rodeaba hacía lo mismo, nadie quitaba la vista del minucioso trabajo en el cual estaban inmersos.

Por todo el hangar se veía gente trabajando en lo suyo; algunos armaban granadas de mano, otros preparaban los chalecos anti-balas, más allá se podían ver unos tipos limpiando y ordenando los lanza-cohetes, hasta por el fondo, donde se veía un montón de cañones iónicos listos para causar una onda electromagnética fulminante.

Su cuerpo mostraba con vivos recuerdos lo que era la lucha urbana, una guerra sin fin. Inocentes habían muerto, amigos suyos también. Heridas de bala y huesos rotos, órganos transplantados y una espina dorsal de titanio. Esos eran sus estigmas que cargaría de por vida. El gobierno opresor se encargaría de que así fuese.

Bajo la humareda tóxica que rodeaba la ciudad, una manada de hienas se movilizaba por la noche. Pronto se abriría fuego y correría la sangre; tenían un motivo, tenían ideales, darían la vida si fuera necesario. Un hombre contundente grita alto y la masa de hormigas se paraliza. Se oye una explosión y se inicia el fuego. Los fusiles crean una tétrica música, ayudados por el eco de los estrechos pasajes formados entre los altos rascacielos.

Los robots-policía llegan enseguida, lanzando gas lacrimógeno y bombas de humo. El contraataque con choques electromagnéticos los deja inutilizables, por lo menos el tiempo necesario. Se arman de coraje y corren hacia sus enemigos, como bestias sedientas de sangre. Se escucha otra explosión y un cuerpo desmembrado de un niño cae ante sus ojos, él no quita la vista de su objetivo, disparando sin cuartel, sólo parando a recargar su arma. Luego de unos segundos pisotea el cuerpo del infante casi calcinado y sigue su camino.

La batalla fue ardua y ambos bandos se retiran. Las calles han sido teñidas de rojo una vez más y civiles inocentes han sido acribillados. La calma nocturna vuelve poco a poco. La vida bohemia del lugar vuelve a encenderse y la gente vuelve a caminar tranquila. Todos saben que ocurrirá de nuevo, todos saben que llegará un escuadrón policial y limpiará todo, borrará las evidencias y asesinará a todo el que guarde una prueba tangible del hecho. Mañana en el periódico se nombrará el partido de fútbol del fin de semana, unos cuantos desfiles de moda, la cartelera de espectáculos y la bolsa de valores. Sobre muertes saldrá una que otra muerte de un aristócrata en el obituario.

Los hijos de la noche saben que nunca ganarán, que nadie nunca sabrá, que no quedarán en los libros de historia, pero alguien tiene que hacerlo.

Alguien siempre calla, otro siempre es pisoteado, otro siempre habla; en este caso, gritos de una AK-47.