The Vulture's Nest: 2006-01-01

lunes, enero 02, 2006

Espera



Miro el reloj y dan las 9:36. Me siento en la sala de espera, mis manos tiritan y me transpiran. Mi pie imita el movimiento del tap contra el suelo.

Pasa una eternidad y el reloj marca las 9:37. Me paro y doy un breve paseo por la clínica, voy a paso de hormiga por los blancos e higiénicos pasillos que me dan una sensación de seguridad; pero no siempre es así, la gente muere, la gente enferma.

Llego hasta la cafetería y veo a un montón de gente tomando sus capuccinos y comiendo sus galletas de agua con mermelada. Algunos fumando, otros leyendo el diario. Entro y nadie me mira, pero yo sí a ellos. Tan rápido como entré salgo de aquel lugar con olor a vicio y vuelvo a la sala de espera; han pasado 3 minutos. La ansiedad me carcome, como si mi piel estuviera cubierta de ácido clorhídrico.

Las recepcionistas llenan burocráticos papeles mientras veo que alrededor debe haber unos 4 hombres en mi misma posición, tan o más ansiosos que yo; uno ya ha tomado tres píldoras.

La música ambiental no logra relajarme para NADA, y como no fumo decido pedirle un cigarrillo a uno de mis compañeros de tortura. Vuelvo hacia los pasillos, pero esta vez me dirijo hacia fuera, mientras prendo el tubular objeto que pudrirá mis pulmones. La nicotina hace efecto, al igual que el alquitrán, y logro relajarme un poco. Miro los frondosos y hermosos jardines que posee el hospital. No se escuchan ruidos, todo es silencio, debe ser un placebo para los enfermos, o tal vez una ilusión, la esperanza de volver a poder gozar con la naturaleza.

Piso la colilla contra el suelo y vuelvo frenético hacia la espera. Ya son las 10 en punto. Una enfermera sale y llama mi nombre. Entro a un paso rapidísimo y veo que una puerta metálica está abierta. La enfermera la señala y entro de inmediato. Ahí yacía ella; una hermosísima criatura, con unos profundos ojos verdes y la boca un poco babeada. Tenía poco pelo, pero igual lucía un lazo rosado. Colgaba de su madre, de mi esposa; ahora las dos eran mi mundo. Todo nuestro amor condensado en 3 Kg. de peso.

Y aún así nos queda toda una vida por delante; y pensar que yo creía haber vivido de todo.