The Vulture's Nest: Putrefacto oasis interplanetario.

miércoles, abril 19, 2006

Putrefacto oasis interplanetario.



Miré hacia arriba y ahí estaba, era una luz muy penetrante, del blanco más blanco, del blanco absoluto. Emitía un sonido parecido al de una interferencia radial, muy penetrante también, tanto así que no me permitía escuchar nada más. Al cabo de unos segundos aquel ruido me tenía en total trance dejándome paralizado por completo. Vi dos pares de pies descender de donde provenía la luz, luego dos seres. Eran de mi estatura pero no pude ver más detalles ya que sólo veía sus siluetas. Me dijeron unas palabras ininteligibles y me guiaron a bordo, donde me esperaban más seres. Uno se me acercó y me tocó, sentí una vocecilla dentro de mi cabeza que me decía ‘no te haremos daño’. Me sentí tranquilo. Veía, al final de un largo pasillo, una luz púrpura, que hacía ver mi polera con una extraña fosforescencia. Ellos me llevaron hasta una sala totalmente oscura donde sólo se divisaba una especie de sillón. Me senté y me mostraron unas imágenes, eran de su planeta y de su gente, me explicaron que estaban muriendo y que por eso venían, debían pasar su conocimiento a alguien antes de que se extinguiesen por completo. Me habían elegido, me sentí honrado. Me contaron sobre su pueblo, un planeta cercano a Alpha Centauri, que ellos convivían con otras especies de igual a igual, a diferencia nuestra. Me dijeron luego que ellos habitaban en un sistema utópico para nosotros; perfecto para ellos, donde todo estaba reglamentado por la moral de los individuos, donde apenas existían leyes para los pocos seres que no nacieran con tales aptitudes y condiciones éticas. Les expliqué que nuestra especie dominaba el planeta y que estaba terminando con el resto de la vida que habitaba en él, que los gases contaminantes y los desechos tóxicos estaban matando a nuestro planeta. Que todo era regido por el dinero y el poder, que ya no había ética ni moral, que dios había muerto y las religiones iban por el mismo camino. Jugábamos a ser dioses dentro de nuestros pequeños tubos de ensayos, que creábamos vidas en probetas y en laboratorios, que la vida era ahora un fin y no un medio, era un fin desechable.

Pronunciadas estas palabras cambiaron radicalmente su conducta hacia mí. Me apretaron con unas correas al asiento donde me encontraba y la luz púrpura se hizo más intensa. Llegó entonces un ser con una especie de lápiz, otro me tocó y sentí la voz de nuevo; ‘es un arma’. Me apuntaron con su arma en la sien y entonces supe que ya no era él. Un humano jamás podría tener tales conocimientos, sólo los echaríamos por el retrete al ver que no nos darían ganancias, quizás cuantos millones de años de civilización interplanetaria desechada sólo por nuestra ambición de poder.

Luego de un segundo escuché un sonido sordo. Mi corazón se detuvo y ví una luz, del blanco más blanco, del blanco absoluto, de nuevo.