The Vulture's Nest: Quiere todo lo que quieras.

miércoles, mayo 17, 2006

Quiere todo lo que quieras.


Primera Parte (1/2)


Miró por la ventana y vio una luminiscencia impresionante que lo cegó por un momento. Al pasar de unos segundos, con sus ojos aún adoloridos por la luz, pudo ver un hongo atómico alzándose por encima de las nubes. Un ruido, como el de mil árboles rompiéndose al mismo tiempo, inundó la ciudad; era abrumador. Cogió rápido sus cosas y corrió al sótano, ahí lo esperaban su esposa y sus tres hijas, la mayor de 17 años. Estaban tranquilas. Allí abajo poseían víveres y agua para un par de meses, además de un pozo séptico para evacuar sus desechos. Había una escotilla que conducía a un pequeño pasillo que llevaba a una gran sala común donde también afluían los pasillos de los demás sótanos del vecindario.

Stuart las guió con su linterna de neón a través de los túneles, medio a tientas. Llegaron a la sala común y ahí estaban todas las familias con sus respectivas linternas de neón, algunas celestes, otras rosadas o verdes. Se sentaron en unas sillas agrupadas de a cuatro, pero Stuart permaneció de pie.

Vio una luz verde aparecer entre la penumbra; era Philip, su vecino.

-Es la cuarta vez ya en esta semana- dijo.

-Lo sé, esto me agota, creo que a las niñas y a Lucy también-

-Si papá, tenemos sueño- respondieron las niñas. Claro, eran las 3 de la mañana.

-Tranquilas niñas, en unos minutos irán a la cama- respondió.

Philip apartó a Stuart de su familia para que ellas no escucharán.

-Tengo miedo de que me llamen al frente. Tú sabes. A Peter y a Bill ya se los han llevado. Carol y Anne están solas con sus niños, eso me preocupa. Ellas son débiles, frágiles, al igual que mi Jen. Tengo miedo Stuart, mucho miedo. Todo esto de las bombas atómicas, aunque sean sólo hologramas artificiales para este simulacro. Se harán realidad luego, por algo cada vez los pasan con mayor frecuencia- Philip ahora estaba muy nervioso, sus manos temblaban al igual que la linterna, su frente sudaba, se veía enfermo, gracias al resplandor verde de la linterna en su cara.

-Lo sé. Todavía no recibimos noticias de ellos, talvez estén muertos, quien sabe. Nuestras tropas caen rápido, y lo sabes, cada día reclutan a unos cinco mil nuevos soldados, tengan estos o no preparación militar. Sé todo esto porque trabajo para el gobierno. Creo que podría ver si tú estás en las listas de las próximas semanas. Talvez podría posponer tu llamado pero me sería imposible hacerlo definitivo.

-Gracias Stuart, algo me tranquilizan tus palabras. Creo que tomaré mi última dosis de Narcozim. ¿Cuánto más crees que dure el simulacro? Estoy cansado, quiero dormir, mañana tengo que trabajar temprano.

-En una hora máximo. Yo también debo trabajar mañana. Mejor me voy con mi familia. Nos vemos Philip, adiós.

Philip hizo lo mismo y se dirigió a donde estaba su familia. Stuart caminó en medio de la oscuridad hacia la linterna que iluminaba a su familia. De repente tropezó con un bulto y cayó al suelo. Algo le susurró al oído.

-Ten cuidado Stuart, no puedes querer lo que quieres- dijo una voz algo metálica con un tono malévolo. Pensó que estaba alucinando, podrían ser efectos residuales de su última dosis de Narcozim. Pero había sido hace horas, además su tropiezo con el bulto no había sido una alucinación.

Después de pensar esto por un segundo Stuart se puso de pie y se reunió con su familia. Las niñas dormían, estaban agotadas, todos estaban agotados, estos simulacros del holocausto les producían un gran estrés mental, por eso les surtían con abundancia de Narcozim, una mezcla de marihuana y diazepam. Esto los tranquilizaba, los atontaba, los dejaba sin pensar. Bueno, por lo menos sin pensar en la muerte.

Al día siguiente Stuart tomó el habitual camino hacía su oficina en un taxi. Le tomaba una hora recorrer toda la ciudad para llegar al Ministerio de Defensa. Era un hombre poderoso, era un ministro. Tenía ciertos beneficios en época de guerra, como transporte especial o vacantes especiales en un bunker anti bombas propiedad del gobierno. Todas estas cosas le tranquilizaban. Se acordó de Philip y al llegar revisó las listas de reclutamiento forzoso. Philip sería llamado en 3 días. Pidió que lo llamaran en 15. Puesto que eso era el máximo de aquella lista, más tiempo sería sospechoso. El gobierno en estos tiempos era sólo una pantomima, el presidente estaba muerto, pero su círculo lo ocultaba, al igual que Stuart, ese era su secreto máximo. Si se sabía que el presidente había muerto todo el país estaría en peligro. Muchas personas importantes dentro del gobierno habían sido asesinadas por grupos insurreccionistas. A Stuart esto le causaba pavor, había solicitado guardaespaldas especiales para él y su familia, pero todavía no les habían sido proporcionados.

Sintió un bip en su computadora, una imagen tridimensional se alzó encima de su escritorio.

-Señor Mills, se le solicita en al sala de reuniones inmediatamente. La reunión tiene carácter urgente- habló la mini imagen de su secretaria.

Pulsó un botón y la imagen se esfumó.

Al llegar a la sala de reuniones, que era en otro edificio, vio sentados a todo el gabinete junto al vicepresidente, que había sido designado el día anterior.

-Buenos días caballeros- dijo el Ministro del Interior –Como sabrán ustedes la guerra la estamos perdiendo, cada día estamos peor. Ya han caído nuestros puestos de avanzada en la mayoría de los países vecinos. Las bajas superan los doscientos millones en estos dos años. De seguir así habrá que pagar más en indemnizaciones a los familiares, que en reconstruir este país.

-Está en lo cierto- replicó el General en Jefe – Aunque no hemos utilizado aún nuestras armas atómicas, señor. Tenemos un vasto arsenal para poder destruir al mundo entero si así lo quisiésemos-

-Por eso hemos vetado el uso de esas armas general, sólo las usaremos en caso de que seamos víctimas de un ataque nuclear directo- dijo el Ministro del Interior.

-¡Talvez ya sea demasiado tarde para entonces!- refutó el General enfurecido.

-Deberíamos planear un ataque nuclear masivo ahora mismo, la derrota no nos está permitida, después de tantas muertes nuestro pueblo nunca nos permitiría una derrota- dijo Stuart, parándose de su silla – Necesitamos bombardear a toda nación que nos ha atacado, sus ciudades principales sus fuentes de energía, represas, centrales hidroeléctricas, etc. Necesitamos desarmar su maquinaria interna, luego podremos penetrar en sus líneas y conquistar territorio. Es nuestra única salida. Debemos esconder a toda la gente en los bunkers, decirles que la guerra ha comenzado y atacar, así evitaremos que la respuesta al ataque mate a nuestros civiles-

-Parece una solución razonable- respondió el vicepresidente, pensativo –General, ¿en cuánto tiempo los misiles alcanzarían su blanco?-

-Una media hora, y los detectarían sus radares en unos 15 minutos, lo que nos daría tiempo para explotar sus bombas atómicas mientras aún están en el aire-

-Es el plan perfecto, empezaremos a bombardear mañana, pero necesitamos el quórum necesario, levanten la mano los que están a favor-

Todos levantaron su mano dando inicio al tan temido holocausto nuclear. Debían confiar la integridad de la nación a unos misiles para que destruyeran sus bombas en el aire, si fallaban, estaban fritos.

Stuart se dirigió a casa con una sensación de amargura en la garganta, el había contribuido a que se asesinarán millones de personas inocentes, pero todo era por el orgullo de su nación.

Al llegar a su casa reunió a su familia y les dio la noticia, las niñas lloraron y hasta se orinaron del miedo. Stuart les dijo que no podría estar con ellas, que estarían bien, que Philip las cuidaría. Les dijo que llevaran colchones, ropa y frazadas al subterráneo y que se tranquilizaran, que todo estaría bien.

Stuart las llevó al sótano y las dejó ahí. Un auto le esperaba afuera, sería llevado junto a todo el círculo de poder a un bunker militar dentro de las montañas.

Llevaban media hora de camino cuando escuchó unas explosiones, miró hacia atrás y los autos escolta habían sido volados en mil pedazos. El chofer aceleró a fondo tratando de perder a los asesino. De improvisto un camión los chocó de frente matando al chofer al instante. Stuart estaba inconsciente en el asiento de atrás.